De la verificación a la evaluación: la revolución del EBT

L a esencia innovadora de la industria aérea continúa alentando cambios tecnológicos en todas las áreas, desde la introducción de nuevos métodos de propulsión para los próximos años –hidrógeno, electricidad, biocombustibles– hasta la manera en que los pilotos, tripulaciones y más se entrenan. Hoy en día, se usa todo el poderío tecnológico para impulsar las carreras y pulir las habilidades de los pilotos, así como mejorar la seguridad a bordo de los aviones.

Más allá del grado de tecnología capaz de alcanzar con un simulador, un aspecto clave es para qué se utiliza y, sobre todo, cómo se emplea. En este sentido, la última gran innovación es el Evidence Based Training (Entrenamiento Basado en Evidencias o EBT, por sus siglas en inglés), una metodología que no tiene más de cinco años desde su introducción. El EBT es la respuesta al hecho de que los modelos de entrenamiento y evaluación tradicionales, en los que todos los pilotos invierten varias horas al año para entrar a los simuladores para practicar qué hacer en incidentes como en un fallo de motor, por ejemplo, se están quedando en el pasado porque, principalmente, no responden a las necesidades de la aviación actual, mucho más compleja que la de hace unas décadas.

«Lo que pretende el EBT es generar un marco nuevo en el que se adapte el entrenamiento en simulador de las tripulaciones de vuelo, en este caso el entrenamiento recurrente, a unas nuevas tecnologías como las que utilizan estos aviones de cuarta y quinta generación, y a un entorno tan cambiante como el de la aviación del siglo XXI», señala Ignacio Gallego, primer mánager de EBT aprobado por la Agencia Europea de Seguridad en la Aviación (EASA).

“Era necesaria una nueva manera de enfocar nuestro entrenamiento como pilotos de línea aérea, puesto que el entrenamiento tradicional ya no suplía todos los cambios que ha traído consigo el nuevo siglo XXI, que es bastante complejo en la interrelación de los nuevos softwares y de un espacio aéreo en el que cada vez somos más, el espacio es más reducido y debemos tener a todos en cuenta”, subraya Gallego.

¿Cuáles son las nueve competencias sobre las que se enfoca la metodología EBT? Infografía de Mikel A. Alcázar y Oriana Torcat.

En opinión de los expertos, la normativa tradicional orillaba a los pilotos a entrenar de la misma manera para operar cualquier tipo de avión –desde un Boeing 727 hasta un 787–, algo que carece de lógica si se consideran las necesidades y amenazas potenciales de ambos aviones, cuyo diseño y fabricación se encuentra a varias décadas de distancia. En cambio, el Entrenamiento Basado en Evidencias utiliza nueve competencias que se consideran necesarias para que todo tripulante realice su trabajo con éxito: aplicación de procedimientos, aplicación del conocimiento, comunicaciones, gestión del vuelo manual, gestión del vuelo automático, liderazgo y trabajo en equipo, gestión de la carga de trabajo, conciencia situacional y resolución de problemas.

“Con el apoyo de estas nueve competencias, se le presenta a los pilotos una gestión correcta de amenazas de errores basado en evidencia y en el historial de cada individuo personalizando el entrenamiento y, así, magnificando las posibilidades de aprendizaje”, puntualiza Gallego.

“Era necesario ya una nueva manera de enfocar nuestro entrenamiento como pilotos de línea aérea, puesto que el entrenamiento tradicional ya no suplía todos los cambios que ha traído consigo el nuevo siglo XXI, que es bastante complejo en la interrelación de los nuevos softwares y de un espacio aéreo en el que cada vez somos más, el espacio es más reducido y debemos tener a todos en cuenta”

Ignacio Gallego

Primer mánager de EBT aprobado por la EASA.

“Lo que hace el EBT es presentar nuevas técnicas de aprendizaje que benefician a pilotos y aerolíneas por igual, ya que genera un entorno mucho más propicio para la mejora de las competencias y, de tal forma, prepara a los pilotos para poder intervenir cuando sea necesario ante situaciones inesperadas”, explica por su parte Giorgio La Pira, instructor y examinador. Ejemplos de los llamados black swans –eventos para los que no existe un manual específico– los hay muchos, desde el vuelo 1549 de US Airways (en el que el capitán ‘Chesley’ Sullenberger y el primer oficial Jeffrey Skiles acuatizaron en el río Hudson) hasta el vuelo 32 de Qantas, el incidente más serio al que ha hecho frente un Airbus A380.

Juntos, el EBT y los simuladores, crean una sinergia que permite un entrenamiento personalizado con el que, además, las aerolíneas pueden optimizar sus recursos. Gracias a la obtención de miles de datos y a su gestión pormenorizada, las compañías aéreas pueden identificar con más facilidad cuáles son las áreas de oportunidad para cada tripulación y piloto, lo que permite corregir las deficiencias y potenciar las fortalezas con un nivel de detalle nunca antes visto.

Sin embargo, la industria aérea y los reguladores todavía deben desarrollar aún más el entrenamiento basado en evidencia. Desde un punto de vista regulatorio, el EBT aún se encuentra en sus primeros pasos (como tantas innovaciones en la aviación, los ritmos no son precisamente fugaces) y, por eso, los expertos confían en que el trabajo de organizaciones como la Organización de Aviación Civil Internacional (OACI), la Asociación de Transporte Aéreo Internacional (IATA) o la Agencia Europea de Seguridad Aérea (EASA), entre otras, permita que el EBT termine siendo algo obligatorio.

“La idea nos parece excelente, pero yo veo un problema de estandarización muy grande. O ponemos una serie de reglas del juego, en las que lógicamente demos espacio a variaciones (en la interpretación del EBT) de operador a operador, pero mantengamos una homologación al 90%, o en la próxima década va a ser muy difícil de controlar las múltiples variantes del entrenamiento basado en evidencia”, añade Gallego, uno de los pioneros en la materia y que ha apoyado y aconsejado al Rulemaking Task de la EASA, el equipo que se dedica a la elaboración de normativas y checklists.

El EBT propone un cambio de paradigma que aspira a transformar el uso que los pilotos han venido dándole a los simuladores. Sin embargo, estos profesionales no son los únicos usuarios de este tipo de tecnologías. Al margen de pilotos y controladores aéreos, otros colectivos (como los tripulantes de cabina de pasajeros o los técnicos de mantenimiento de aeronaves) cuentan con simuladores que les permiten reforzar sus competencias y, así, mejorar el servicio que prestan.